Cuando se accede al Saloom (no me he equivocado lo he puesto con dos O una M) que se encuentra en la calle Guadalajara 132, solo me faltan los acordes de Morricone. Entro por la puerta oscilobatiente, si no la hay me la imagino, y voy por el pasillo paralelo a la barra con la vista alta y altiva. No se si me pediré un whiski doble o un serranito de pollo, ya decidiré más tarde.
Este es un Saloom un tanto especial, ya que al forastero, en contra de lo que ocurre en Wisconsin (aunque todos sabemos que es Tabernas), se le alaga y se le atiende de manera formidable.
Eso es por que el barman es el que decide, no el sheriff, y ha decidido que todo el mundo es bueno y todos merecemos una sonrisa. Este Saloom no es de cartón piedra, y en sus bambalinas no hay trozos de escenarios repartidos por el suelo, lo que hay son personas trabajadoras, igual de comprometidas y de buen corazón que ese barman, en especial su compañera de viaje.
El tabernero de esta película ha sido designado por el pueblo para hablarnos sobre el gran paseo festivo que tendrá lugar el jueves día 22 por las calles del poblado, lo hará desde el balcón del Saloom, junto al cartel dónde se puede leer “hotel”. Lo hará junto al doctor qué cura con palabras y a todos ayuda en sus males. Inevitablemente me recordará a Isbert y su balconada, desde luego en gracia y arte están parejos. No se podía haber elegido a mejor personaje para la ocasión. !Esto es de película¡
Gracias Seple.
